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lunes, 15 de febrero de 2021

COVID-19 versus VIRUELA: HISTORIAS PARALELAS

Bogotá, 15 de febrero de 2021

El Covid-19 es la primera pandemia mundial de la que se tiene conocimiento en la historia. Lo es en el sentido de que contagió la población de casi todos los países del mundo. La famosa “gripe española, su antecesora, no alcanzó tales dimensiones geográficas, aun cuando la mortalidad llegó a cifras inimaginables (alrededor de 50 millones de personas, según algunos cálculos).

Son muchos los interrogantes que se plantean sobre las razones por las cuales en pleno siglo XXI una enfermedad puede alcanzar tales dimensiones. La respuesta más trillada es la globalización; se ha comprobado que el nivel de integración mundial del comercio, los enormes flujos de viajeros por turismo o negocios y la velocidad de desplazamiento de los modernos sistemas de transporte internacional hacen que un virus gripal se pueda dispersar por el mundo en unas pocas semanas.

Si bien esa es una respuesta sólida, hay otros factores que han contribuido. Uno de ellos es el menosprecio por las lecciones de la historia de las pandemias. Lo señalaba claramente el historiador Niall Ferguson en una entrevista en mayo de 2020, cuando afirmó que las pandemias suelen durar alrededor de dos años y caracterizarse por la presencia de dos o tres olas de la enfermedad (Beale, 2020). Más recientemente lo enfatizó la periodista Kelsey Piper (2021) al analizar la experiencia de la humanidad en la erradicación de la viruela.

En el caso del covid-19 se ha calculado una tasa de contagio (Ro) entre 2 y 3, lo que implica que un contagiado puede a su vez contagiar entre dos y tres personas y generar un crecimiento exponencial si no hay intervención de las autoridades sanitarias; se está planteando que las mutaciones recientes del coronavirus pueden tener un Ro de 4. Además, la tasa de mortalidad se calcula en 0,5% de las personas infectadas. Por contraste, en el caso de la viruela se calcula que su Ro podría estar entre 5 y 7 y su tasa de mortalidad alcanzar niveles hasta del 30%.

La viruela fue una enfermedad que por siglos causó la muerte de millones de personas y solo se empezó a controlar con el desarrollo de una vacuna a finales del siglo XVIII. Para comienzos del siglo XX ya era una enfermedad con baja mortalidad en los países más avanzados, pero solo en 1980 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al mundo libre de la viruela.

Pero lo importante de esa historia son las lecciones que quedaron para la humanidad. La erradicación de la viruela solo fue posible mediante el compromiso concertado de las naciones; Piper (2021) afirma que esa lucha “convocó a científicos e investigadores de todo el mundo, incluidas las colaboraciones entre países rivales en medio de la Guerra Fría”. Desde la década del cincuenta del siglo XX se inició una guerra de erradicación de la viruela, que seguía causando estragos en las economías en desarrollo; la OMS, creada en 1948 tuvo un papel protagónico en el liderazgo de ese objetivo, pues “la coordinación mundial a la escala que exigiría la erradicación no tenía precedentes” (Piper, 2021).

La tecnología, la logística para movilizar vacunas hasta las zonas más alejadas y el traslado de trabajadores de la salud a sitios donde se requerían, hicieron posible ese logro en un mundo con unas condiciones más difíciles que las actuales: “hubo desafíos extraordinarios que a menudo parecían absolutamente insuperables en la búsqueda de erradicar la viruela. En los rincones más pobres del mundo, no había carreteras ni hospitales ni infraestructura para notificar a la OMS de un brote de viruela. Las guerras civiles, las hambrunas y las crisis de refugiados dificultaron mucho la vigilancia de enfermedades y la vacunación” (Piper, 2021).

Otro elemento de la estrategia para combatir la viruela es lo que denominaron “vacunación en anillo” (Ring Vaccination), mediante la cual se detectaban rápidamente los contactos cercanos de una persona a la que se le comprobaba que había contraído la enfermedad, con el objetivo de vacunarlos y hacerles seguimiento (Centers for Disease Control and Prevention, 2019). Este fue un aspecto vital especialmente en economías pobres en las que era muy difícil vacunar a toda la población; con la “vacunación en anillo” se pudieron asignar los recursos donde más se necesitaban.

Cabe comparar tres aspectos de la lucha contra la viruela y con la actual contra el covid-19: las vacunas, la cooperación internacional y la “vacunación en anillo”. Mientras que el desarrollo de una vacuna contra la viruela tomó siglos, el desarrollo de la vacuna contra el covid-19 se logró en un tiempo récord, lo que incluso ha dado pie a debates sobre su seguridad al contrastar con la experiencia de desarrollo de otros medicamentos y vacunas que en promedio habían requerido alrededor de 10 años. Ese éxito fue posible porque las tecnologías aplicadas se venían desarrollando desde hace varias décadas (Domínguez, 2020), porque hay una gran colaboración entre científicos de todo el mundo, porque surgió una pronunciada competencia por el desarrollo de las vacunas (más de 200 proyectos), porque los gobiernos de numerosos países (especialmente los desarrollados) aportaron cuantiosas sumas de dinero a las farmacéuticas para apoyar la investigación y manufactura (a cambio de prioridad en el abastecimiento de la vacuna), y, finalmente, porque las exigentes autoridades sanitarias que aprueban las licencias de comercialización de medicamentos flexibilizaron sus normas.

En cambio, en el aspecto de cooperación internacional, las cosas no han funcionado bien, como sí lo hicieron en la campaña contra la viruela. Actualmente el mundo carece de un liderazgo fuerte; el de Estados Unidos, que había surgido de la Segunda Guerra Mundial, venía en deterioro y lo que quedaba fue tirado por la borda por el gobierno de Donald Trump. Estados Unidos quitó su apoyo a la OMS, lo que implicó una drástica reducción de su presupuesto, justo en el periodo en que se estaba iniciando la pandemia. Como lo recuerda Joe Biden (2020), el hoy presidente de los Estados Unidos, en un artículo de Foreign Affairs de marzo de 2020, en la epidemia de ébola en África Occidental ese país lideró una respuesta internacional que permitió controlar y poner fin a ese brote. Por contraste, Donald Trump no hizo el menor intento de algo parecido.

Por su parte, la OMS tampoco ha tenido la jerarquía para imponer un liderazgo que sea capaz de aglutinar los esfuerzos de los demás países miembro y de conformar un frente de batalla único para contener la pandemia. Además, ha dado señales erróneas en muchos aspectos durante la pandemia, entre los que cabe recordar el uso de los tapabocas y los tiempos requeridos para el desarrollo de las vacunas.

En un escenario en el que la Organización Mundial de Comercio (OMC), también había perdido su capacidad de liderazgo, cada país empezó a actuar en función de sus propios intereses. Esto dio lugar a lo que un diario francés denominó la “guerra de máscaras” (Plata, 2020); el mundo vivió una verdadera rapiña entre países para proveerse de insumos básicos de salud, como los ventiladores para las UCI, las máscaras quirúrgicas, los equipos de protección personal e incluso los insumos para la fabricación de esos productos. Los países impusieron a las empresas productoras restricciones para la exportación de ese tipo de productos, con el objetivo de dar prioridad a la atención de los mercados locales (Avendaño, 2020).

El mundo, que había avanzado a un ritmo acelerado de globalización, no solo vio interrumpirse las cadenas globales de valor, sino un aumento del proteccionismo sin precedentes en los tiempos cercanos. Como lo muestra la Unctad (2021), las barreras erigidas al comercio crecieron en 2018 y 2019 por efecto de la guerra comercial entre China y Estados Unidos; pero en 2020 crecieron aun más, por la guerra de aprovisionamiento de productos médicos esenciales que se desató con la pandemia (gráfico 1).


Un comportamiento similar se está observando con el mercado global de vacunas. No solo las farmacéuticas están imponiendo las condiciones que les provoca, mediante secretas cláusulas de confidencialidad, sino que los gobiernos de muchos países (especialmente los más ricos) están adquiriendo vacunas en números muy superiores a los de su población a precios que son secretos. En el otro extremo, la débil OMS trata de impulsar el programa Covax. Si la OMS hubiera tenido el fuerte liderazgo que se esperaba, contaría con un Covax que tendría gran poder de negociación frente a las farmacéuticas y habría una distribución más democrática de las vacunas; como no lo tiene, debe también someterse a las imposiciones de los productores y dejar a las naciones más pobres del mundo medio abastecidas y dependiendo de las donaciones que puedan darles las economías ricas o fundaciones altruistas.

Como se observa en el gráfico 2, países como Canadá podrían vacunar cinco veces a toda su población, el Reino Unido más de tres veces y Chile y Nueva Zelanda dos veces y media. En el otro extremo, las compras de Bangladesh y Pakistán alcanzan para el 10% de la población.


De forma similar a la estrategia de la “vacunación en anillo”, en algunos países se establecieron programas de rastreo, pero carecieron de continuidad. En el caso de Colombia, la Gerencia para Atención de la Crisis del Covid-19 diseñó un programa denominado PRASS, por las iniciales de Pruebas, Rastreo, y Aislamiento Selectivo Sostenible, que perseguía el mismo objetivo de la “vacunación en anillo”. Su objetivo era romper la cadena de contagios aumentando el número de pruebas para detectar la mayor cantidad posible de positivos, ubicar rápidamente la red de contactos de cada contagiado y brindarles los medios para aislarse; ello implicaba contratación de alrededor de 10.000 rastreadores en todo el país y un compromiso de todos los agentes institucionales vinculados a la lucha contra la pandemia. Aun cuando el gobierno aprobó un Documento Conpes sobre el PRASS en agosto de 2020 (DNP 2020), en la práctica su implementación ha sido prácticamente nula; solo a raíz de la segunda ola del coronavirus en Colombia, se empezaron a divulgar campañas publicitarias sobre el programa, pero más con el objetivo de inducir un comportamiento voluntario de los contagiados sin indicar la estructura institucional que está detrás.

Las conclusiones son evidentes. Aun cuando la globalización de la economía fue un factor que imprimió velocidad a la dispersión del covid-19 por todo el planeta, la carencia de un liderazgo mundial y la debilidad de la institucionalidad multilateral son los principales factores explicativos de la existencia en una pandemia sin precedentes, que ha ocasionado profundos impactos negativos en los niveles de bienestar, ingreso y pobreza de millones de personas.

Aun cuando es fácil ser inteligente expost, es claro que de haber tenido en cuenta las experiencias anteriores de manejo de epidemias y de lucha por la erradicación de enfermedades como la viruela, todas las dimensiones del coronavirus hubieran sido más acotadas y su daño mucho menor.

Referencias

Avendaño, Hernán (2020). “Bienes médicos esenciales: unmercado complejo”. Revista Fasecolda, no. 178.

Beale, Charlotte (2020). “Historian Niall Ferguson on whatthe pandemic means for the global economy, geopolitics - and parties”. World Economic Forum, 29 May. 

Biden, Joseph R. (2020). “Why America Must Lead Again.Rescuing U.S. Foreign Policy After Trump”. Foreign Affairs, March-April. 

Centers for Disease Control and Prevention (CDC) (2019). “RingVaccination”. December 2. 

Departamento Nacional de Planeación – DNP (2020). “Conpesaprueba estrategia para ganar guerra al COVID-19 y afianzar la reactivación dela economía”. 

Domínguez, Nuño (2020). “La madre de la vacuna contra lacovid: “En verano podremos, probablemente, volver a la vida normal”. El País, 27 de diciembre. 

Piper, Kelsey (2021). “Smallpox used to kill millions ofpeople every year. Here’s how humans beat it”. VOX, 5 de febrero de 2021. 

Plata, L. G. (2020). “'Guerre des masques'”. El Tiempo, 3 de junio. 

Unctad (2021). World Economic Situation and Prospects2021. United Nations, New York, 2021. 

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